En España ha existido una
persistente corriente de pensamiento
republicana a lo largo de los siglos XIX, XX y XXI, que se ha
materializado en diversos partidos polÃticos de distinto signo a lo largo de la
historia de España. Si bien dichos movimientos han compartido
el objetivo de establecer una República en España, durante
estos tres siglos han surgido distintas corrientes según la forma organizativa
que se querÃa dar al Estado: unitaria o centralista, o federalista, existiendo además corrientes independentistas de carácter republicano
en diversas regiones españolas.
A pesar de la larga tradición de republicanismo que se ha dado
en el paÃs, España ha tenido un sistema polÃtico republicano tan solo durante
dos cortos periodos de tiempo, que suman menos de 10 años de sistema
republicano en la historia española. Estos periodos en los que la República fue la forma de
gobierno del Estado español fueron la Primera República Española, entre el 11
de febrero de 1873 y el 29 de diciembre de 1874; y la Segunda República Española, entre el 14
de abril de 1931 y el 1
de abril de 1939.
Las raÃces del republicanismo en España se encuentran en el liberalismo, surgido a partir de la Revolución
francesa y cuyas primeras manifestaciones se
encuentran en La Guerra de La Independencia Española (1808-1814). Durante el primer tercio del siglo
XIX dieron varios pronunciamientos liberales, aparecieron los primeros movimientos claramente antimonárquicos
y republicanos. Pero no fue hasta el 11 de febrero de 1873 cuando las Cortes proclamaron la Primera República Española, la cual duró poco
tiempo por la inestabilidad provocada por las guerras, división de
pensamientos, golpes de estado y la restauración borbónica del 29 de diciembre
de 1874.
Tras la Restauración, aparecieron diversos partidos republicanos. El 14 de abril de 1931, tras unas elecciones municipales en las que los republicanos ganaron en la mayorÃa de las capitales de
provincia, fue proclamada la Segunda República Española. Éste adoptó la forma de república unitaria, si bien permitÃa la formación
de regiones autónomas. La república pronto tuvo que enfrentarse a la
polarización polÃtica propia de la época, al tiempo que en Europa se vivÃa el
ascenso al poder de dictaduras totalitarias. Este
gobierno trató de realizar numerosas reformas, como la Ley de Reforma Agraria. Fue en 1931 cuando se extendió también, por primera vez en España, el sufragio universal a las mujeres.
Desde la Transición en 20 de noviembre 1975, se ha recuperado la
reivindicación de una Tercera República
Española. Entre la opinión pública, según reflejan diversos sondeos y
encuestas, hay también una parte significativa de la población española que se
declara republicana.
Desde nuestra agrupación, defendemos la República como el mejor
régimen polÃtico para España no es, como pretenden algunos serviles, “una
conspiración comunista”, ni “una utopÃa anarquista”, ni “un sueño ilustrado”
sino una necesidad histórica.
La rancia monarquÃa está agotada y no puede ofrecer ya sino más pobreza,
más injusticia y más corrupción. El régimen actual es incapaz por su propia
naturaleza de ofrecer una vida digna a los millones de trabajadores que están
en el paro, a los miles de ciudadanos que son desahuciados por los mismos
bancos que han sido rescatados con miles de millones de euros procedentes de
fondos públicos, a los jóvenes que trabajan con sueldos basura o que se ven
obligados a emigrar para poder vivir, a los jubilados que sobreviven a duras
penas con pensiones de miseria. Los derechos sociales recogidos en la
Constitución se han convertido desde el principio en papel mojado. AsÃ, por
ejemplo, el derecho al trabajo y el derecho a una vivienda digna. Es un
sarcasmo que en ella se afirme que “los poderes públicos realizarán una
polÃtica orientada al pleno empleo” y que impedirán la especulación del suelo.
Por eso proclamamos que el fin natural de una sociedad
democrática es la República. Sólo la República traerá consigo una verdadera
ruptura con el régimen arcaico que aún nos tiene marcado. La Transición encarna
el siniestro continuismo del “atado y bien atado” mediante su heredero Borbón y
bajo la forma edulcorada de un parlamentarismo de cartón piedra.
Como la II República rompió con el caciquismo de la Restauración, la nueva
República deberá romper con el franquismo encubierto de la Transición.
Por un Estado laico, respetuoso con las creencias y defensor
insobornable de la hegemonÃa del poder civil, por un fruto maduro del espÃritu
republicano, no de un trasnochado ideario monárquico. Cuando contemplamos dÃa a
dÃa el deterioro creciente de lo público en beneficio de una casta
privilegiada, hay que afirmar con toda claridad que sólo la III República podrá garantizar en futuro de calidad.
SALUD Y REPÚBLICA
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